jueves, 18 de agosto de 2011

Mezquita (I). Expresión

De entre las cosas de que podría presumir este país hay algunas más que discutibles, otras opinables y, por supuesto, no pocas, absolutamente incuestionables (como el ser cuna de inventores que hicieron fortuna poniendo un palito a algo –chupa-chups, fregona, futbolín-). Pero hay una de éstas últimas que suele olvidarse con sorprendente facilidad: el haber dado origen a un estilo propio de rock, autóctono, de aquí, pero con una gran versatilidad y fecundidad musical. Alguien (ahora veremos quién) lo llamó “rock andaluz”.

Los años han venido a demostrar que el rock andaluz no fue una moda pasajera o una tendencia con fecha de caducidad. La evolución musical le ha ido haciendo perder protagonismo, a pesar de lo cual, grupos actuales como Medina Azahara, Taifa o Arábiga (más los músicos que iniciaron todo y siguen al pie del cañón, claro) lo mantienen, no solo vivo, sino con un excelente estado de salud. Indudablemente, lo que hoy se hace no es lo que se hacía en sus orígenes; el cambio es inevitable y, hasta en algunos aspectos, necesario para la supervivencia. Pero eso no quiere decir que el actual rock andaluz carezca de interés; como tampoco que la obra elaborada durante el periodo de esplendor del movimiento haya perdido validez, gracias principalmente a la creatividad y enorme calidad de los músicos que la produjeron.

Cuando en su momento nos asomamos a la historia de los cántabros Bloque conocimos a Gonzalo García-Pelayo. Aunque en ese momento sólo se mencionó de pasada, fue un pilar básico para el nacimiento del estilo musical que nos ocupa. Primero con su local Don Gonzalo, centro de reunión de la progresía de la época, y clausurado en 1968 por la autoridad (in)competente de aquella España de entonces; después a través de su sello Gong (1974), con el que grabaron, además de artistas que nada tenían que ver con la música andaluza, Granada, Gualberto, Tílburi, Lole y Manuel, María Jiménez y, desde luego, los geniales Triana.

Gong, en colaboración con Moviplay, publicó en 1975 el primer LP de este grupo, El Patio, con una original (que no nueva, como ahora veremos) propuesta musical, cuyo éxito empujó a otras grandes multinacionales discográficas afincadas en España a dar a conocer el trabajo de más artistas seguidores de esa misma línea. Así, CBS difundió el trabajo de Imán Califato Independiente y Medina Azahara, Epic el de Alameda, y EMI, por poner otro ejemplo, el de Guadalquivir.

Pero este estilo no surgió de repente. Como cuenta el guitarrista Manglis (Gong, Guadalquivir) en Los Hijos del Rock, de Salvador Domínguez, todo empezó en lo que hoy conocemos como comunidad andaluza, y especialmente en Sevilla, a mediados de los años sesenta, cuando cines como el Andalucía o el Goya y el teatro San Fernando, los domingos por la mañana se convertían en escaparate de grupos de música moderna de la zona: Nuevos Tiempos, Gong, Los X-5, Los Bríos...

Al mismo tiempo, dos puertas (nos dice el propio Domínguez en su obra) se abrieron en el sur español para dar paso al rock, una, la de American Forces Radio, emisora de las fuerzas aéreas norteamericanas de las bases de Morón (Sevilla) y Rota (Cádiz); otra, la de la colonia de Santa Clara en Sevilla, lugar de residencia de esos mismos militares. Y ese interés por la música moderna, unido a la influencia de Hendrix, Doors o Zappa (sigue contando Manglis) marcó un rumbo para muchos músicos andaluces que, como gran parte de los artistas jóvenes de la época, vivían de tocar en orquestas animando fiestas, lo que no era su objetivo a largo plazo.

El tercer elemento que engendró la revolución fue el nacimiento o más bien exteriorización del sentimiento nacionalista tanto tiempo reprimido por la dictadura española.

La combinación de todas estas circunstancias propició la génesis de Smash, clarividentes músicos que, según García-Pelayo, llegaron a la acertada conclusión de que se podía dar un aire andaluz, flamenco, gitano, a esa otra música venida de fuera.

De esta forma, y rizando un poco el rizo, podemos decir que en Andalucía se cierra un círculo donde el rock, evolución de la música que los esclavos africanos llevaron consigo al otro lado del Atlántico, se fusiona con estilos propios del sur español, de origen incierto pero con claras influencias norteafricanas.

Y ¿qué es un estilo musical sin nombre? Para remediarlo, el mismo García-Pelayo bautizó a este invento "typical spanish" con la acertada denominación que ya conocemos: "rock andaluz".

Antes hablábamos de la calidad y creatividad de los músicos que impulsaron el movimiento. Y es que esa proliferación de creadores sería suficiente para mantener un blog durante años o escribir un libro de los gordos sólo dedicado al rock (no todo de corte andaluz) producido en Andalucía. Así que, de momento, nos quedaremos con los cordobeses Mezquita.

En 1979, José Rafa García a la guitarra y voz, Fernando "Randy" López también cantando y tocando el bajo, Paco López ("Roscka") a los teclados y Rafael Zorrilla, "El Pelucas", en la batería, iniciaron su andadura como Mezquita. Aunque, su verdadero comienzo como grupo, sin Paco López, podemos datarlo en 1969, año de la primera actuación de los otros tres músicos (bajo el nombre de Expresión y con unas tendencias musicales alejadas de lo arábigo), en el club Cañero de Córdoba, lugar de reunión de los amantes del rock progresivo de la zona. Previamente, y en ese mismo año, ya se habían presentado en sociedad ofreciendo un concierto en la caseta del Parque Figueroa de la Feria de Córdoba, como podemos leer en esta minibiografía, donde también se nos cuenta cómo, en el concierto en Cañero, se autopropuso a la banda el miembro que faltaba, Paco Roscka.

El cuartel general de Expresión/Mezquita era un local situado en Los Patios de San Francisco, emblemático y florido rincón de Córdoba cerca de la Mezquita por el que pasaban todo tipo de personajes, que sirvieron incluso de inspiración al grupo, como en el caso de El Bizco de los Patios.

Expresión publicó un único single, con Marrakech y La Luz del Fin del Mundo, en 1974 a través de Musimar, obra, a día de hoy, casi inencontrable y con precios prohibitivos.

La Luz del Fin del Mundo apareció, posteriormente, en el primer volumen de Andergraun Vibrations, recopilación de música sicodélica española de la década de los 70 del siglo XX hecha por Hundergrum Records. Aquel single no era mucho, y tan sólo servía de botón de muestra de una de las vertientes musicales del grupo, pero menos daba una piedra.

Afortunadamente, esos dos temas más otros once registrados en el local de ensayo entre 1972 y 1977 han sido publicados recientemente en CD bajo el título de El Eslabón Omeya, encomiable trabajo que debemos agradecer a la asociación cultural Arabiand Rock de Jerez de la Frontera (Cádiz), fundada con el propósito de recuperar todo lo relacionado con el rock andaluz.

Con buen sonido, a pesar de los precarios medios de grabación, y tan sólo un par de mínimos defectos de audio apenas apreciables, los trece temas que componen el disco son suficientes para definir a Expresión como indefinible. Se mueven con la misma soltura en el terreno progresivo, en el del rock estridente, el blues y hasta en el de los cantautores.

Resulta interesante encontrar en sus composiciones ciertas reminiscencias de Bloque, Asfalto y otros grupos que, curiosamente, son posteriores o, cuanto menos, contemporáneos, lo que les convierte en pioneros del estilo urbano que tanto proliferó durante los años 70.

Volviendo a la historia, la singladura musical de Expresión incluye giras interminables por España de la mano de su representante, Carlos Morales, la composición de una misa rock en 1972 que ofrecieron al público en la iglesia de San Pablo de Córdoba y la creación de un musical, la primera ópera rock en castellano en 1974.

También recalaron durante una temporada en Madrid, donde conocieron a Vicente Romero, que les grabó una maqueta en los estudios Eurosonic con vistas a un posible LP que nunca fue.

Como viene siendo habitual en cada entrada dedicada a un grupo, aquí también tenemos que citar la mili como un momento difícil para Expresión. Sus miembros han de cumplir con los deberes patrios y, en ese intervalo, Randy, junto a Pelucas, Roscka y los músicos catalanes Javier Castro y Andreu Simón organizan, en Barcelona, la orquesta Marrakech. Estamos en 1973.

Por suerte, el fin del servicio militar trajo consigo el renacimiento de Expresión, con los mismos componentes de siempre y de vuelta a su Córdoba natal. De nuevo en los escenarios, recuperando su estética de largas melenas y cuerpos pintados con dibujos de colores.

Y por fin, en 1979, se produjo la metamorfosis de la banda, añadiendo a su obra esos elementos arábigo-andaluces tan característicos y adoptando el evocador nombre que ya conocemos: Mezquita.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola, la recopilación Andergraun Vibrations fue publicada por el sello Hundergrum Records y no Guerssen Records. Saludos.

Javier M dijo...

Hola.

Muchas gracias por la corrección, ya está arreglado en el texto.

Un saludo.